Una vez, fui a visitar a mi abuelo paterno. Él reside en
Oaxaca.
Íbamos mi hermana y yo; y recuerdo bien que nos llevó a
visitar Monte Albán y Mitla.
Me sentí en contacto con el pasado. Nuestro pasado. El
origen.
Recuerdo sentir correr el viento en círculos y mirar la
ciudad desde lo alto.
Fue entonces que eché mi imaginación a volar y de repente me
sumergí en todo lo que podría haber sido el pasado. Cómo era la gente, cómo
estaba vestida, cómo hablaba, cómo vería lo que yo ahora veía. Hace miles de
años.
Toqué sus paredes, vislumbré sus columnas y recogí algunas
piedras como souvenir.
Cuando de pronto la hermana de mi abuelo, me exclamó que si
estaba segura de llevarlas, y me sugirió
dejarlas en su lugar.
Yo pregunté por qué y ella me dijo que si uno las cargaba, era una clase de promesa, en la que si
las llevaba conmigo, debía volver algún día para dejarlas de nuevo ahí, en su
sitio original.
¿Cuántos destinos desde entonces, yo cargo conmigo? Sólo si
estoy segura de que volveré. Es llevarse una fracción del lugar y su historia,
un fragmento de su esencia. Pero sólo para que sea devuelto.
Para contarle al sitio lo mucho que has cambiado, todo lo
que has perdido y lo que has ganado. Las piedras podrían ser entonces, secretos
entre el viajero y varias tierras que éste visita.
O. Días de Abecedario.
Súmate a este divertido juego!!!. Escribe durante 26 días seguidos utilizando cada una de las letras del abecedario.
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